Esta es una
pregunta muy relativa que cada
uno responderá de distinta
manera, aunque particularmente
pienso que no. Es muy
tentador salir por la tele, que
cuando uno vaya por la calle le
reconozcan y la gente se acerque
(unos a pedir autógrafos o fotos
y otros a criticar), sentirse
importante porque cuando te pasa
algo la sociedad se
preocupa por ti (las
marujas de turno compran las
revistas y comentan Ay,
pobrecito), etcétera,
siendo lo principal el pastón
que se gana por salir en ciertos
programas de corazón que
tristemente son la gran mayoría
en la actualidad.
Pero
no todo es positivo, pienso yo.
Hay más cosas negativas que
positivas en esto de la fama. Sin
ir más lejos, el pasado jueves
Raúl estuvo inaugurando nuestro
estadio y se sentó en el palco
para ver el partido; pues bien,
no le dejaron de llamar, gritar,
intentar acercarse a él, pasarle
cosas para que las firmara,... e
incluso tuvo que marcharse un
rato antes de que finalizase el
acto. Otro ejemplo más gráfico
es el caso de Iker Casillas,
también jugador del Real Madrid
que hace unos días intentó ver
en los cines de Loranca la
película de Matrix. Digo
intentó porque según tengo
entendido tuvo que abandonar la
sala varios minutos antes de que
la película terminase, y con
ello, se perdió el final. ¿Ha
perdido su derecho a ver cómo
empieza y cómo acaba una
película sólo por querer trabajar
en un equipo de fútbol muy
conocido? Se debería respetar
más la intimidad de las
personas, aunque se trate de
personas conocidas públicamente.
Hay que distinguir entre momentos
en que uno realiza su labor de
personaje público (por ejemplo,
en un partido o un concierto es
lógico ir detrás del jugador o
artista porque su obligación
debería ser atender a sus fans
que son los que les hacen estar
ahí en definitiva) o cuando el
personaje pasa a ser una persona
normal que quiere tener vida
privada (ya sea ir al cine, al
teatro o simplemente dar un paseo
con su novio/a, familia o
amigos). El hecho de aparecer en
los medios y ser conocido
públicamente no quita el derecho
a tener intimidad. Y esto
se debería tener más en cuenta
si hablamos de personajes que no
van vendiendo su vida privada por
todas las televisiones, ya que
los otros tienen consideración
distinta.
El otro
grupo es el de los personajillos
del mundo rosa. La mayoría ni
son artistas ni son nada, y a lo
único que se dedican es a vender
trapos sucios, ya sean propios o
de otras personas a las que
muchas veces ni conocen. Esta
parte me da bastante pena.
Dejarse en entredicho a uno mismo
(por ejemplo, estampándose
contra la Cibeles simulando,
bastante mal por cierto, un
accidente de tráfico en cuyo
coche casualmente iban montados
varios de estos sujetos) o atacar
a artistas que han estado
ganándose lo que tienen con
mucho esfuerzo y que se ven muy
perjudicados por comentarios de
este tipo de gente, siendo en
algunas ocasiones crucial para su
imagen pública y se les invalida
como trabajadores y artistas. Hay
personas que parece mentira que
estando lo bien valoradas y
reconocidas que estaban tras
jubilarse, que no es poco
teniendo en cuenta cómo está la
sociedad, prefieren perder todo
eso y autodesprestigiarse con
ciertas actitudes, como el caso
de Sara Montiel por poner uno de
tantos ejemplos.
Y
ahora la moda es meterse con
personas que ya han fallecido y
no pueden defenderse ni nadie
puede saber realmente qué ha
sucedido. Las familias se venden
y se destrozan, lo cual me parece
muy triste porque es algo que se
debería valorar más. Mal está
si sus integrantes lo hacen
voluntariamente (caso familia
Pajares al completo), pero peor
aún es aprovecharse de personas
que son mayores e influenciables
y no son conscientes de lo que
hacen (como también está
sucendiendo, que ponen a una
madre en contra de alguno de sus
hijos). Muy triste.
Personajillos
como Carmina Ordóñez, a quien
bien poco le queda por vender ya,
¿tienen derecho en ese supuesto
de reclamar derecho a la
intimidad?
Sigo
pensando que prefiero vivir
anónimamente, ganándome la vida
como mejor pueda pero siempre
lícitamente, poder salir con mi
novio dónde y cuando quiera sin
tener la sensación de que todo
el mundo me mira, reducir los
quebraderos de cabeza de mi
familia por mi causa y saber que
cuando yo no esté nadie va a
calumniarme aprovechándose de mi
nombre.
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