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¿REALMENTE MERECE LA PENA SER FAMOSO?
Soraya San josé
Esta es una pregunta muy relativa que cada uno responderá de distinta manera, aunque particularmente pienso que no.

Es muy tentador salir por la tele, que cuando uno vaya por la calle le reconozcan y la gente se acerque (unos a pedir autógrafos o fotos y otros a criticar), sentirse importante porque cuando te pasa algo la sociedad se “preocupa” por ti (las marujas de turno compran las revistas y comentan “Ay, pobrecito”), etcétera, siendo lo principal el pastón que se gana por salir en ciertos programas de corazón que tristemente son la gran mayoría en la actualidad.

Pero no todo es positivo, pienso yo. Hay más cosas negativas que positivas en esto de la fama. Sin ir más lejos, el pasado jueves Raúl estuvo inaugurando nuestro estadio y se sentó en el palco para ver el partido; pues bien, no le dejaron de llamar, gritar, intentar acercarse a él, pasarle cosas para que las firmara,... e incluso tuvo que marcharse un rato antes de que finalizase el acto. Otro ejemplo más gráfico es el caso de Iker Casillas, también jugador del Real Madrid que hace unos días intentó ver en los cines de Loranca la película de Matrix. Digo intentó porque según tengo entendido tuvo que abandonar la sala varios minutos antes de que la película terminase, y con ello, se perdió el final. ¿Ha perdido su derecho a ver cómo empieza y cómo acaba una película sólo por querer trabajar en un equipo de fútbol muy conocido? Se debería respetar más la intimidad de las personas, aunque se trate de personas conocidas públicamente. Hay que distinguir entre momentos en que uno realiza su labor de personaje público (por ejemplo, en un partido o un concierto es lógico ir detrás del jugador o artista porque su obligación debería ser atender a sus fans que son los que les hacen estar ahí en definitiva) o cuando el personaje pasa a ser una persona normal que quiere tener vida privada (ya sea ir al cine, al teatro o simplemente dar un paseo con su novio/a, familia o amigos). El hecho de aparecer en los medios y ser conocido públicamente no quita el derecho a tener intimidad.  Y esto se debería tener más en cuenta si hablamos de personajes que no van vendiendo su vida privada por todas las televisiones, ya que los otros tienen consideración distinta.

El otro grupo es el de los personajillos del mundo rosa. La mayoría ni son artistas ni son nada, y a lo único que se dedican es a vender trapos sucios, ya sean propios o de otras personas a las que muchas veces ni conocen. Esta parte me da bastante pena. Dejarse en entredicho a uno mismo (por ejemplo, estampándose contra la Cibeles simulando, bastante mal por cierto, un accidente de tráfico en cuyo coche casualmente iban montados varios de estos sujetos) o atacar a artistas que han estado ganándose lo que tienen con mucho esfuerzo y que se ven muy perjudicados por comentarios de este tipo de gente, siendo en algunas ocasiones crucial para su imagen pública y se les invalida como trabajadores y artistas. Hay personas que parece mentira que estando lo bien valoradas y reconocidas que estaban tras jubilarse, que no es poco teniendo en cuenta cómo está la sociedad, prefieren perder todo eso y autodesprestigiarse con ciertas actitudes, como el caso de Sara Montiel por poner uno de tantos ejemplos.

Y ahora la moda es meterse con personas que ya han fallecido y no pueden defenderse ni nadie puede saber realmente qué ha sucedido. Las familias se venden y se destrozan, lo cual me parece muy triste porque es algo que se debería valorar más. Mal está si sus integrantes lo hacen voluntariamente (caso familia Pajares al completo), pero peor aún es aprovecharse de personas que son mayores e influenciables y no son conscientes de lo que hacen (como también está sucendiendo, que ponen a una madre en contra de alguno de sus hijos). Muy triste.

Personajillos como Carmina Ordóñez, a quien bien poco le queda por vender ya, ¿tienen derecho en ese supuesto de reclamar derecho a la intimidad?

Sigo pensando que prefiero vivir anónimamente, ganándome la vida como mejor pueda pero siempre lícitamente, poder salir con mi novio dónde y cuando quiera sin tener la sensación de que todo el mundo me mira, reducir los quebraderos de cabeza de mi familia por mi causa y saber que cuando yo no esté nadie va a calumniarme aprovechándose de mi nombre.  

 

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