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LO
OBJETIVO DE LA INGENUIDAD
María
Cordero // 01-04-04 |
Después de cuatro años en la facultad intentando adquirir ciertos
conocimientos que más tarde me ayuden a enfrentarme con el mundo profesional al que
quiero pertenecer, y tras aquello que llaman experiencias personales y que yo considero
fuentes de conocimiento puramente real, creo estar en disposición de afirmar
que el poder de manipulación del verdadero periodista y experto comunicador y las
consecuencias que puede acarrear dicha manipulación de la información es tan tremenda
que, bajo mi modesta opinión, deberían exigir un análisis psicológico del individuo
antes de expedir su título de licenciado.
Hace poco esta facultad ha vivido uno de esos episodios que difícilmente pueden
olvidarse. Uno de nuestros profesores, educador, orientador y por supuesto formador de
ciertas parcelas de la mente denunció por supuestas amenazas, coacciones y chantajes a
dos alumnos del campus: Ignacio Bergua Abad y Daniel García Rodríguez. En un primer
momento surge la duda de la veracidad de estas acusaciones, puesto que conociendo a los
denunciados y leyendo las faltas o delitos (disculpas por mi escasa precisión en la
terminología) que se les imputan puede parecer, en conjunto, un tanto desmesurado.
Pero no quedó ahí el triste incidente. La mañana siguiente a los supuestos actos objeto
de denuncia, aparecía la noticia reflejada en un periódico de tirada nacional con un
pequeño breve dentro de la sección de Madrid. Comienza entonces a magnificarse mi
preocupación, pues no llegaba a comprender cómo un medio como El Mundo publicaba una
noticia de tan escasa relevancia (disculpas a los afectados por esta afirmación). Pero
aún más creció mi angustia y porqué no decirlo, mi asombro, cuando confirmo que el
profesor en cuestión puede relacionarse con dicho medio escrito. La balanza que regula mi
apoyo incondicional a las causas perdidas desde aquel momento comenzaría a inclinarse
hacia el lado de mis compañeros, única y exclusivamente por la consecución de los
hechos que paso a relatar a continuación.
Ciertos comentarios en sus clases, demasiada difusión de la historia, una exagerada
indignación, y por otro lado la noticia que aparecía en un boletín de escasa (por
prudencia no pondré nula pese a que las ganas no me falten) credibilidad (para no
alimentar la polémica no incluiré datos de mi conversación con el supuesto redactor de
la noticia) no hacen más que apoyar la hipótesis del enfado cuyas consecuencias
comienzan a escaparse de las manos del denunciante. Ya que esta reprimenda por amenazas,
coacción y chantaje pasa de rozar los límites de lo que concierne a los denunciados a
invadir el nombre de la universidad y de los que estudiamos en ella.
Ahora ya estáis en conocimiento de una verdad, esa que yo me preocupé de contrastar y
enjuiciar desde el punto de vista más objetivo posible. |
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