Se echaba de menos al gordito de oro. Ese
brasileño que tiene más de mago que futbolista, que es capaz de demostrar que el Madrid
tiene dos caras: la natural y la retocada. La presencia de Ronie en el once titular
demuestra cuál usa el equipo blanco en cada momento. El Madrid empezó su partido contra
el Sevilla clasificado en segunda posición, con un ambiente de mini-crisis oteando el
césped del Bernabéu y apuntando al banquillo de Queiroz , que no parece entender que
cuando el patriarca dice Zidanes y Pavones la cantera debe sentirse
especialmente querida.
Losantos Omar ordenó el comienzo de un partido que había que ganar sí o sí. Es lo que
tiene el equipo galáctico, liebre en la fábula de Samaniego. Corre, vuela, y cuando
pierde de vista a su perseguidor se echa una siesta y se duerme en los laureles. Menos mal
que siempre está el nueve para despertar al equipo y meter un par de goles de
más. Y si Becks enamora al balón tanto como a sus fans, si Guti demuestra que hay
galaxia blanca cien por cien, el equipo se convierte en un cohete capaz de pasar al lado
de Alfaro sin que se percate. Así se adelantaron los blancos con un gol de Solari a los
seis minutos, y otro de Ronaldo, este de cabeza, muy poco usual en el astro mundial.
La emoción vino cuando se siguió la máxima impuesta en cada partido que juega el
Madrid: No hay 90 minutos sin incertidumbre ni una dosis de sufrimiento. El
Sevilla acortó distancias por medio de Baptista, de penalti. No llegó a meter el miedo
en el cuerpo de los espectadores pero mil fantasmas pasaron por la cabeza de más de un
hincha... el agotamiento físico, el Valencia aun sólo punto, la eliminación de copa.
Pero un partido en el Bernabéu es molto longo. A los cinco minutos, Zidane
marcó el tercero en un espectacular definición y Míchel el cuarto.
Y entonces, apareció R9, otra vez, despacito, un toque... gol. Veinticuatro ya. El
marcador reflejaba un 5-1 que dejaba un buen sabor de boca, que disipaba todas las dudas
existentes. Un Real Madrid así es casi imparable. Ahora queda la última pendiente, la
más escarpada si cabe, un doblete en el horizonte. Y con Ronaldo. Es factible.
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