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DI-SECCIÓN Todos los caballos bellos

Mancha 20/03/03

La célula de aislamiento quedaba cada vez más lejos de mi desesperada carrera. Atravesé el largo y pálido pasillo como alma que se llevan las bombas. Fue la gruesa puerta que poco antes me retenía y que ahora estaba semiabierta (o semicerrada; defendamos la pluralidad) la que reveló a los guardias mi nueva situación de escapado. Para mantener la emoción les di unos segundos de ventaja y, cuando estuvieron a un par de metros de mí, reanudé mi desesperadísima carrera. No me fue difícil perderlos, pues sus gruesas botas de goma con punta redonda, sus rebeldes bombines y la porra de gomaespuma que se encajaba en sus motion-piernas haciéndolos trastabillar me hicieron pensar que era un corredor nato, un hombre-guepardo.
Tras doblar un par de esquinas (no sin el derrape de protocolo) y saltar el cubo de la fregona de Chus Lampreave, me vi de nuevo bañado por la luz del sol madrileño.
Con las puntas de los pies en el límite entre la acera y la calzada, emborrachado de adrenalina como estaba, esperé la llegada de un deslumbrante deportivo rojo, o quizás de un corcel blanco de crines doradas, alado, con un cuerno en la frente y cola de pez, para recogerme. Pronto me di cuenta de que ni uno ni otro respondían al nombre de ‘24’. El legítimo dueño de este título era el último autobús de la generación del 75, que, desde que cruzó la esquina hasta que sus frenos soltaron un agudo quejido y me vi reflejado como un maniquí en sus crónicamente costrosas ventanillas, no apoyó las cuatro ruedas simultáneamente ni un segundo. Pero un hombre de acción como yo no puede ponerse escrupuloso en momentos como ese, menos aún cuando los silbatos de plástico rosa y los chillidos de los zapatos de goma avisaban por la retaguardia. Subí por tanto al rojo animal y vi como las puertas se arrastraban lentamente y chocaban finalmente (choffff) ante las narices rojas de los perseguidores.
Tras un suspiro de alivio, me giré hacia el interior del vehículo. Con el primer vistazo pude saber adónde iba el autobús: el 85% de sus ocupantes no podía mantenerse en pie (estaban tumbados en el pasillo, doblados sobre los respaldos de los asientos o colgados de los asideros del techo), y la mitad de ellos llevaba tatuado Los Chichos Forever en la cara externa del antebrazo. La cara interna también había pasado por la aguja. Enmarañadas melenas ocultaban sus rostros y las camisetas XL y los gastados vaqueros hacían lo propio con el resto del cuerpo. Me llamó la atención uno que estaba especialmente tranquilo, tumbado como deshuesado en mitad del pasillo.
Un nuevo frenazo que hizo rebotar algunos cuerpos contra el mobiliario despeluchado y las puertas se abrieron para dejar pasar a una multitud que llenó todos los rincones que ofrecía el coche. Lo sentí por el meditabundo del pasillo. Yo quedé apresado entre la ventanilla y un sujeto de unos 17 años. El perro de la espalda de su camisa me miraba y babeaba, y enseguida mi cuello quedó ensartado en su pelo de punta. Lo que más me molestaba de la acupuntura a la que me sometía era que me veía obligado a mover mi cabeza en consonancia con la suya, en un desplazamiento uniforme adelante-atrás dictado por sus auriculares. La pregunta “¿para qué coño sirven los cascos si todo el autobús escucha la puta taladradora?” chocó contra las paredes de mi cráneo sacudida por el baile encefálico y la ausencia de amortiguadores del medio de transporte. Me vi obligado a tirar hacia abajo de las dos argollas que incluían sus orejas (debían de estar para eso) para recuperar la independencia de movimientos de mi testa. Mientras sujetaba su cabeza me recordé a Machín. Hasta ese momento y durante el proceso que llevé a cabo para cambiarlo de sitio haciéndole salir por la salida de emergencia no pronunció ni una sola palabra y sus ojos se mantuvieron anclados en un punto en el vacío, supongo, fruto de la concentración que precisaba percibir todos los detalles de la pieza que escuchaba. Los aplausos me hicieron sonrojar; muchos se divertían haciendo chocar las palmas de alguno de los “embrujados”. El Equipo A también había triunfado al margen de la ley, ¿no?
Cuando las puertas nos escupieron a todos a un descampado, las palmaditas en la espalda y los sujetadores que caían a mis pies me hicieron plantearme seriamente el convertirme en un superhéroe que se ocupase de mantener la paz estética y la integridad auditiva de los ciudadanos de a pie; mi figura, con un trono como extensión de su espalda, infundiría respeto, miedo y deseo sexual con su sola visión; ¡las ofrendas carnales y los sacrificios humanos llenarían las páginas de mi dorada agenda!
-    ¿Quieres un poco de buena mierda, tronco?
-    Claro, tío.
Justo lo que me hacía falta.

 

CineWARRIOR: Chicago
Dr. Diva-gogó
20/03/03

Oh, qué bella bellisisísima canción es “Nowadays” de la película musical que hoy te* comento: Chicago -que conste que uso el te* porque suena como más cercano y os quiero a todos cerca, que la primavera altera la sangre y eso ya se sabe que esto, en general, conlleva que la sangre se altere- ...a la cuestión que empiezo a diva-gagar otra vez: la canción es buena pero tiene sus inconvenientes, por ejemplo ver a la Renée Zellweger, a la que no quiero, como una figura de bulto redondo y sobreexpuesta, en un estado poco-muy-lamentable ¿por qué? Tú sólo piensa en que la pobre engordo hasta parecerse peligrosamente a Kate Winslet, y así desde su cuerpo michelin, ser Bridget Jones... ahora que le han pedido adelgazar, lo único que se le desinfla notablemente son las ubres que Huge Grant, al que no quiero nadisísima, perseguía y claro, muy mal -¡no os perdáis maliciosos!, me refiero a las ubres de la Zellweger estatopígea, no a las la mujer pubicopública, a la que tampoco quiero, con la que sorprendieron al Ojos Azules- ...siguiendo: 1º ellos saben que Renee Z. está algo cuadronga, ni cuadrada ni redonda; 2º ellos saben que adelgaza a trozos; 3º ellos saben que lo sabemos. ¿y cómo lo disimulan? Pues usan el mismo ángulo de cámara que el que utilizaron en la portada de “1#’s by Mariah Carey”, o sea, muy tristisisísimo, y listo... ahora, lo que no pudieron disimular es la deformidad de C-Z. Jones, a la que quiero moderadamente, que en estado de semipregnant-woman, parece un mix humano entre mula Francis y la bajita de las virtudes... pero que baila y canta, toda una experiencia. En fin, que aún con eso, no está nada nada mal la película: buena música, buena imagen, bueno todo -sé que es lo que esperabas oír- y no lo digo por decir, tiene puntazos y hay gente que se atreve a compararla con muestro molino rojo de las Francias digitales, y aunque en mi opinión no es para tanto, las colas del cine me rebaten con su dotada longitud... comento lo de las colas porque estando una hora antes de que empezase la película comprando las entradas y tras unos 20 minutos de espera bajo las letras neon “chi(sin encender) CAGO(encendidas)”–literalmente del italiano “quién cagó”- sólo quedaban la fila 3, la fila 28 y la 5 lateral... y la pregunta es ¿por qué vagina existen esas filas? ¿la inquisición no había dejado ya su actividad?¿El mundo no tiene suficiente con Hotel glamour?...bueno, anyway, mereció la pena, insisto en que tuvo sus puntos, que no diré tras las quejas al haber destripado Viridiana –vergüenza os debería dar no haberla visto- ... el caso, no os perdáis el número de desaparición Búlgara, la canción de las marionetas, el baile del “Cell Block Tango”, la tácita insinuación lesbiana de Mama –la rapera Queen Latifah a la que sí quiero- que aunque tenga que llevar un wonderbra de titanio, es bastante genial y sobre todo la continua crítica hacia los medios de comunicación, la violencia impune y la deshumanización del ser humano y del no humanos, que estoy seguro mi compañero Mahouricio me apoyará en atribuir a la ley seca que tantisisisimo mal hizó a la sociedad americana de los años 30... porque fue en los ’30 ¿no? Lo dicho “ID, ID y reproducios” no os la perdáis... pero usad el tele-entrada o desde vuestra butaca todo será el gran ángulo aberrante que mi contractura de cuello puede atestiguar que sufrí... por cierto: sale Lucy Liu, Ling en Ally McBeal y sin duda, la quiero.

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